martes, 14 de octubre de 2014

¿Brotes verdes?

Dudaba en utilizar un término tan usado y marchitado, pero no he encontrado nada mejor. Acabo de terminar el último capítulo de mi cuarta novela, que mi amigo Albert Gallinsoga calificará como “obra menor”. Ignoro el destino de la misma y por el momento, como hice con la tercera, participará en un concurso convocado por una editorial, que me parece la única posibilidad de que esos señores las lean.
Al margen de los resultados, ya disfruto de los beneficios. Estoy pasando por un mal trago y me había quedado atascado en un proyecto de novela, que tengo muy claro, pero que no podía plasmar. Llegué a temer que se había apagado mi voz sin siquiera haber sido escuchada.
Bajé el listón, tenía que curar mi autoestima. Empecé, a trompicones a principios de este mes cuando la fecha tope de presentación es el próximo 20. Llegué a temer que no lo lograría, pero mis amigos Isabel Campo Viejo y José Carlos Valverde Sánchez me han dado más de un empujoncito.
Supongo que yo, también he puesto de mi parte. Lo he logrado y no solamente he descubierto que aún tengo voz, sino que tengo la impresión de haber adquirido nuevas miradas, matices y colores.
Julen parece, por su parte, haberse rehecho de la barbarie de la ejecución sumarísima de Excálibur, digo yo que será porque en otros territorios parecen haber sido más civilizados y de momento, no parece tener en cuenta que,  por primera vez, él o sus padres no aparecen en una de mis novelas. En ésta, la acción transcurre en un lugar en el que, bajo ningún pretexto dejan entrar perros. Se equivocan.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

El abuelo Leopoldo: Hablando en Cobre

 El abuelo Leopoldo – ¿Por qué has llegado tarde? Me preguntó, cariñosamente, mi abuelo materno. –He estado jugando con mi amigo Bertín. Nos...