sábado, 14 de febrero de 2015

San Valentín

Fecha adecuada para continuar el comentario sobre el amor en mi obra, iniciada en el último comentario. Hay amor en todas mis novelas, pero, como ocurre en Villaviciosa Hermosa, lo hay de varios tipos, el de Al y Tani y el de don Juan y doña Nina, ya mencionados, se encuentran, respectivamente, en Alain de Milly y Selena y en Roseline de Milly y Mr. Dunn, en Cowboy from Brooklyn. Alain y Selena se quieren, pero están atrapados en las redes de Ronald Reagan y cada uno de ellos se libra como puede. Por el contrario, la madre y el “maestro” del primero forman una pareja estable, construida en la coherencia que ambos han dado a su mundo y en seguir sus propias normas. Al lado de estos dos tipos, hay otras formas de amor, en mis novelas; está, por supuesto el sexo, el polvete que desearían echar los padres de Yves de la Hay, pero que no lo satisfacen por lo mucho que se odian, en El principado de la Fortuna. O el “Magara” que, en la misma novela, salva del sitio al que están sometidos Ahmed e Yves. Hay, de hecho, mucho amor, en mis novelas, especialmente del último, es un amor cósmico que hace que seres humanos formen cadenas y cambien escenarios. Así, en “Esto es un infierno”, mi última novela terminada, sin perspectiva de publicación, se imponen perspectivas que disipan el escenario terminal de una residencia de ancianos y de “incapacitados”. Hay mucha ternura entre Libertad y Jonathan. El último, un “deficiente mental”, que está allí porque murió su abuela, interna que lo tenía a su cargo, es el único que la llama por ese nombre. El resto la conoce por Maruja, derivado de María Ángeles que impuso Franco. Es una historia de amor casto, no hay sexo, pero llegan a hacer grandes cosas para que un lugar tan siniestro cobre humanidad. ¿Cómo?, por ese “Magara” que hace ver energías que se juntan. Casi todos son ignorados; Inma no quiere ser recibida por su madre, una residente histérica y ebria de grandezas, porque la última teme ser desprestigiada. Begoña es una empleada de la residencia, también considera tonta por su madre y por la directora. Es el finde de la Inmaculada, la Onomástica de las Concepciones e Inmaculados, temporada de celo de las zorras y de la cacería de los machos que siguen el rastro. Todo trascurre así y hasta incluso termina trágicamente, con la muerte de la madre de Inma. Pero, también actúa “Magara” que hace que Begoña invite a su casa a Inma y su pareja. Encontramos dos parejas, supuestamente tontos, para el resto, pero que son felices, a su manera. Así, sin más, empieza a imponerse el “Magara” y los que habían pretendido salir a la caza de zorras vírgenes terminan uniéndose al proyecto de Jonathan, de instalar el piano de Libertad, situado en un cuarto piso de un edificio sin ascensor, al que la anciana no tiene acceso tras su ruptura de cadera, a la residencia. Libertad recupera su música y los boleros de la misma, acompañados por Jonathan y por Ana Mary sirven para ambientar y para diluir las rigideces del infierno y hasta para dar solemnidad a la despedida de la difunta. Cada uno de los participantes ha actuado a su manera, con o sin premeditación, la cuestión es que se llega a unos resultados.

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