Matilde
Entre el maricón y la fulana me han puesto como un Ecce
Homo, a juzgar por la corona de espinas
que me han puesto. Una se hace la tonta y eso; no pierden nada por esperar.
Cristo sobrevivió a la farsa e incluso a la crucifixión.
Alguien tiene que librarnos de esta chusma y, desde
luego, no va a ser una jueza que se ha
infiltrado para apoyarla. Otra cosa sería si Rosa Delia hablara….Es una buena
chica y su competencia quedó patente en las oposiciones. No es el caso de su
predecesor, esta basura que me ha invitado “a tomar un trago”. Me da corte que
me vean en su compañía, no tiene recato alguno, no. Está orgulloso de ser un
degenerado.
Encima, Zapatero los ha colmado de reconocimientos,
como si no supiéramos que las frutas podridas no pueden compartir cesto con las
sanas. Así nos va…Yo no pienso dejar que perdamos todas. Es más, me siento una
de esas frutas sanas que corren peligro.
-Vos sos una boluda, pero tenés encanto. Soy la
envidia del barrio
No me gusta su habla sudaca. No sé por qué me ruborizo
-Vos sos una diosa y todos querríamos ser tu alfombra.
Todo es muy sudaca y lo que queramos, es pura chusma. ¿Por
qué me he sentido reconocida? Me ha dejado hecha un adefesio y las peluqueras
se han reído, impunes y groseras. Yo he visto la corona de espinas. Me gusta,
alguien tiene que redimirnos. Hay un Ensio chusma y otro sublime. He sentido que
sus dedos encontraban mi peinado. También siento el orgullo de Ensio cuando
enseña su obra.
-¿A dónde vamos?
-A mi casa
Hace tiempo que quería visitarla. Cuentan las malas
lenguas que el piso, se lo puso, a todo trapo, don Serapio. Si una creyera esos
chismes, resultaría que un caballero como hay pocos; padre de seis hijos, todos
ellos muy bien situados, casado con un ángel, como lo es doña Ramona sería el
amante de este pendejo. ¡Qué
barbaridades tiene una que escuchar! Rosa Delia es una de las que lo afirma y
dice tener pruebas. Lo afirma por lo bajines, claro…Parece que la jueza viene a
menudo al piso en el que Ensio está cediéndome la entrada.
Huele a incienso
y la iluminación es tan oscura y siniestra que me pregunto si debo entrar. Por
muy ridículo que parezca, siento miedo de dejarme seducir y él lo nota. Retira
cortinas, abre ventanas y apaga las luces tenues mientras me conduce a un gran
mirador y me invita a sentarme frente a una mesa camilla como las de antes, y
en una silla de bambú tapizada como se hacía antes.
La gran cristalera se me antoja el palco perfecto para
ver la escena; los que pasan por abajo. Incluso se escuchan trozos de sus
conversaciones. Ensio vuelve de la cocina y me trae un coctel. Tiene muy buenas
copas. Tiene clase. ¿Si me quisiera emborrachar? Vuelvo a sentir el miedo
estúpido de caer. Él lo nota otra vez.
.Es un refresco de mi tierra, no lleva alcohol alguno.
Dime, ¿Cómo hemos tenido que esperar tanto para conocernos? Vos sos divina…
Olvido al sudaca, demasiado pringoso para mi gusto.
Aparece el tacto, la relajación que he sentido cuando sus dedos buscaban mi
peinado, su ropa, sus copas, su refresco y esta joya de mirador. No, no es
chusma.
-Aquí paso las horas muertas, pero no siempre tengo el
privilegio de estar tan bien acompañado.
Miente cual vil cosaco, pero me ruborizo y lo nota.
Nunca hubiera pensado que pudiera ser tan tonta.
Se pone en pie y me observa
-Estás perfecta, pero…-Se va y vuelve, cargado de
potingues-Hay que dar marcha a eso…ese peinado requiere toque de maquillaje.
¡Tiene dedos mágicos! Me dejo hacer y no me importa
nada comportarme como una tonta y perderme lo que pasa abajo. Se ve la entrada
del juzgado y la cafetería Chez Maude, frecuentada por los del juzgado y por
otros funcionarios. Me he divertido presenciando las intrigas. Ahora me siento
flotando.
-Ya está –Me ha puesto el maquillaje de “Sabrina”
cuando, a su regreso de París, se encuentra, en el garaje, con David. Es mi
escena favorita de todas las películas de la Hepburn y la conversación que me
ofrece Ensio, por sus conocimientos sobre la vida y la obra de mi venerada
actriz, no ha estado de más.
No le basta con el peinado y con el maquillaje. Tiene
una idea mejor, al parecer. Desaparece y vuelve a aparecer con un sombrero del
más puro “Panamá”, utiliza la flexibilidad del mismo para descubrir una parte
de mi peinado y para recubrir contornos de mi cara. Mientras tanto me sigue
hablando de los amores de Sabrina. Al final, ha enganchado un ligero velo al ala del sombrero, para que recubra hasta
mis cejas y me ha plantado frente al espejo.
Ya no estoy hecha una redentora. Tengo clase. Este tío
no es solamente chusma y se ha decidido a preparar un chocolate con churros
para que nos pongamos a juego con la mesa camilla. Me ha apetecido tomarlo
desde que lo ha propuesto, aunque ya es un poco tarde para el desayuno…
Pero… ¡este individuo tiene SIDA!…Tengo miedo y siento
asco, pero me hace sentirme bien y sabe tratarme, incluso aviva mis sueños. No se
contrae el SIDA a menos qué…..Pese a lo preocupada que estoy, me apetece
quedarme y no solamente por el privilegio de verlo todo y estar tan cómoda; me
apetece el chocolate con churros y me encuentro muy a gusto compartiéndolo con
Ensio.
Ya está de vuelta con todo, a tiempo de coger el
teléfono, cuyos timbrazos empezaban a incomodarme.
-Disculpa. Lo tengo muy fuerte para estar seguro de
enterarme-Responde.- Hola Edurne. Me alegro que me llamaras. Perdona un momento –Mientras tira del cable para
alejarse se dirige a mí- Lo siento. Tómate el chocolate y los churros antes de
que enfríen.
Se va sin más y por mucho que me esfuerzo no logro oír
o ver. Me tengo que contentar con saber que es la jueza, y con quedarme con las
ganas de pillar algo. ¡Qué tonta estoy! Si en vez de lamentarme me hubiera
fijado mejor, habría visto a la señora jueza que habla por su móvil mientras
toma algo que no distingo, en la terraza de Chez Maude.
Gesticula como si estuviera negociando a vida o
muerte. Me pregunto si Ensio habrá hecho algo para arreglarla o si, como es probable, los esfuerzos de éste
han sido inútiles. No es una real jueza. Rosa Delia me ha contado que viene de
“cuarto turno” , el de la “meritocracia” No habría pasado la oposición. No tiene ni
idea. Me imagino cómo tenía que ser ese juzgado antes de la llegada de mi amiga…
La charla va para largo, ella se ha fumado ya tres
pitillos; uno tras otro, como la buena histérica que es. Dios da peines a los
calvos, ¿En qué empleara sus sueldos esta desgraciada, cuya única salvación le
ha venido, según las malas lenguas, de don Serapio, a quien todo el mundo
conoce como “capellán de putas pobres”, pese a su fortuna y abolengo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario