viernes, 24 de febrero de 2017

Nuestra cita cotidiana

Joan

Era azafata de AerLingus, mi segundo y último amor. Me había costado muchos años olvidar a Marie Christine. Yo era así. La quería y solamente logré calmar mi dolor cuando me enamoré de Joan.
Habían pasado muchas cosas entremedio. Mi experiencia de Safi fue una auténtica caja de Pandora y un aprendizaje. Cuando llegué al instituto Hassan II encontré alumn@s que se negaban a aprender español.
_   ¿Para qué? –Decían absolutamente convencid@s_ Los españoles son pobres. No pueden hacer turismo.
No les faltaba razón y además, aún colonizábamos parte de Marruecos y el Sahara Occidental.
Pero Franco había firmado un acuerdo con Hassan II, que consistía en reservar la mitad del alumnado de lengua extranjera, en secundaria, para la lengua cervantina.
Mis alumn@s habían sido designad@s por sorteo, contra la voluntad de los mism@s y la mayoría entraban a clase empujados por severos vigilantes que se mantenían a la puerta del aula para impedir que se fueran. Hubo, incluso, golpes brutales; Hassan era mucho más cruel que Franco, pronto pude comprobarlo.
¿Cómo alguien que había pasado por Vincennes y que era “rebelde sin causa” podría no comprender la rebeldía? Por otra parte la comprendía. Yo también deseaba ardientemente aprender inglés para entenderme con los hippies, abundantes en los entornos.
Comprendieron muy bien que no era un enemigo y por ambas partes cometimos la torpeza de hacernos aliados.
Al principio la cosa se transformó en un mérito. Aquí surgieron las excelentes relaciones que tuve con el director. Este llegó a decirme.
_   Gracias; me has evitado el uso de la represión.
Había muchas más cosas que transmitía su mirada. No era necesario verbalizar. Eso sí, me dio un abrazo.
Mis clases funcionaban muy bien, mejor que nunca. Una lástima que estallara una huelga en universidades e institutos, que duró hasta el fin de curso.
No faltaban razones; l@s estudiantes marroquíes que habían concluido sus estudios universitarios sufrían de un terrible paro mientras l@s “cooperantes” ocupábamos sus puestos en primaria y sobre todo, en secundaria.
La “cooperación” era una palabra “piadosa” que encubría el proceso de neo colonización. España y USA no invertían dinero en sueldos, puesto que se nos pagaba lo mismo que a l@s marroquíes. Canadá era quien más gastaba en este capítulo; sus ciudadan@s recibían el equivalente de siete sueldos. Los franceses el de dos.
L@s norteamericanos pertenecían al Cuerpo de la Paz, cada vez más relacionado con la CIA, por fuentes bien informadas. Llegaban a su destino tres meses antes de empezar su trabajo, al abjeto de aprender, por inmersión lingüística, el árabe dialectal que se hablaba en la zona. Me consta que el método funcionaba.
Había muchas otras razones para la huelaga. Pienso que es suficiente con citar una: cuando los ciudadan@s del territorio, teóricamente soberano, se cruzaban en una acera con “l@s blanc@s”, tenían que bajarse para cedernos el paso, aunque hubiera paso para tod@s. De aquí se puede deducir que no se les permitía la entrada a nuestros cineclubs o pistas de tenis, por ilustrar mejor el ejemplo.
Al principio de la huelga estábamos atrapados entre las amenazas de las metralletas de los agentes del “orden” y la de las piedras y puños de un@s alumn@s decidid@s a defender su causa. L@s ultim@s cometieron un grave error. Gritaron que dos compañeros y yo no teníamos que temer sus agresiones; éramos sus amigos.
Esa amistad nos denunció; desde aquel día nuestros enemigos no nos perdían de vista. Para entrar en nuestras casas teníamos que soportar los insultos de los agentes que hacían guardia permanente a la entrada.
Sé que el director hizo lo que pudo, al menos logró que se retirara a los esbirros.Fue horrible,; al menos Franco hacía juicios sumarísimos. Nuestr@s alumn@s más activ@s desaparecían.Nadie sabía la razón, pese a que, en muchos casos se encontraron sus cadáveres con evidencias de haber sido sometid@ a torturas. No contaban entre las víctimas de Hassan II.
Tendría mucho que contar de Marruecos, pero ahora es el turno de Joan. Nos conocimos por la necesidad que me transmitieron mis alum@s de conversar con los hippies. Primero fui a Londres. Trabajaba de criado en un colegio.
Me habían asegurado que los españoles solamente teníamos esa alternativa para conseguir permiso de trabajo en UK. Pronto comprendí que era un error y conseguí trabajo como profesor en la secundaria pública. Inaudito en un país latino, aunque me quedé más sorprendido cuando comprobé que la administración confiaba en mi palabra. No necesité mostrar apeles, bastaba con dar los datos de la titulación, la fecha de la misma y el nombre de la universidad emisora. Por otra parte se me invitaba a presentar un resumen de mis actividades previas.
El broche de oro fue cuando descubrí que se valoraban unas experiencias que en la mentalidad latina de la época y temo que de la actualidad, serían consideradas como signos, cuando menos de inestabilidad.
Fui muy feliz en aquellos felices 70s londinenses, pero mi inglés estaba demasiado impregnado del cockeney de los bajos fondos que frecuentaba.
Mi padre me encontró el puesto de jefe de estudios en el Instituto Cultural español de Dublín y conocí a Joan una alumna de los much@s que nos confiaba la línea aérea irlandesa.
Creo que fue un flechazo, a menos que no exista Cupido. La cuestión es que cuando le tocaba volar, creo que eran setenta horas semanales, nos echábamos en falta hasta el punto que en una ocasión en que se tomó tres días de vacaciones en Las Palmas de Gran Canaria se pasó una semana disculpándose.
_   Lo teníamos programado con Paola- Me la había presentado. Era azafata de Alitalia_ desde hace más de un año…
No hacía falta que añadiera que le hubiera gustado conocer las Islas Afortunadas conmigo.
Estaba, triste, en mi despacho. Sabía que me iba a llamar y tuve el placer de escuchar su voz cuando más ardientemente deseaba hacerlo.
Fue un amor muy profundo, aunque breve.
Todo empezó por lo que Baudelot llamaba mi orgullo pequeño burgués.
Entre las obligaciones de mi puesto y las del  bibliotecario estaba la de asistir a las recepciones de la embajada, entonces esquivada, como todas las franquistas, por los altos cargos de las embajadas de los Estados “democráticos”.
No tardamos en comprender la razón de nuestra elección: se nos empujaba a la bebida y a montar el esperpento. Muy pronto tuvieron llenazo las recepciones de la embajada española de Dublín.
No se puede tirar tanto de la cuerda: Joan Manuel Serrat cantó “La nana de la cebolla” y la “Elegia”, de Hernandez  en una embajada franquista. Yo era uno de los asistentes. Álguien levantó su copa de vino tinto y gritó en sarcasmo macabro.
_   ¡Por la sangre del pueblo español!
Algo más que la sangre me hervía cuando me encontré junto al cantante.
_   ¡Eres una puta!_ Escupí.
_   La única diferencia es que soy de las caras y tú de las baratas.
Tenía razones sobradas. Inmediatamente me consolé con la presentación de mi dimisión.
_   ¿No has pensado que debieras habérmelo consultado?- Joan no me acusaba, simplemente lo lamentaba.
_   Volveré a París, nada te impide fijar allí tu residencia…
_Sabes que cada vez me da más miedo volar.
_Precisamente, encontraremos salida, podrás dejarlo.
No es tan fácil encontrar un sueldo como el mío y tanto tiempo libre… _ Lo dijo con tristeza. Dejaba asomar lejana esperanza _ Tenemos que organizar una fiesta de despedida.
_   Mi vuelo sale mañana temprano y tengo que dejar el apartamento limpio.
_   Déjalo en mis manos.      Dormirás en el vuelo.
Fue el segundo error.
La fiesta fue espléndida. Estaban todos los amig@s. Nada faltaba, puesto que los miembros de EarLingus y los diplomáticos fueron generosos con sus reservas para ocasiones y es conocido el arte de los irlandés@s, especialmente con el arpa y la balada, pero…
…El cansancio, la emoción, los porros, las intrigas y los celos destruyeron la gestación del amor.
_   Ven y verás –Era Judith, la secretaria de inglés del centro del que me despedía.
Algo me decía que la ignorara, pero presté escucha a quien no debía.
En uno de los balcones conversaban, sin más, el novio de la denunciante y la mujer de un piloto, amigo de Joan y mío y por otro lado el último y mi amada.
Yo no vi el mínimo motivo de inquietud, pero Judith me dijo cuando nos alejábamos del lugar del “crimen”.
-         Estoy segura de que me han visto cuando los he descubierto. Las dos parejas estaban cercanas al coito. ¡Qué rápido han sabido maquillar su felonía! Hubiera podido perdonar que me pusiera los cuernos. No puedo soportar el disimulo.
La dejé con el argumento de que debía ocuparme de l@s invitad@s, pero su odio me repugnaba. Un tierno beso de Joan me volvió a la fiesta.
_   Me alegra mucho comprobar que todo el mundo lo está pasando bien _ Joan había hecho lo imposible para que así fuera. No pude devolver el beso_ ¿Algo va mal?.
_   Judith…
_ Siempre hay piedras en las lentejas
Cada uno de nosotros jugó su papel de anfitrón@ aún con mayor ahínco, hasta que nos quedamos solos.
_   ¿Qué te pasa? ¿Por qué esa repentina frialdad?
No sabía por dónde empezar. La piedra cada vez tomaba mayores dimensiones en el zapato. Se lo conté sin tapujos.
Ella, a penas dejó escapar una lágrima, pero se sentía que hubiera necesitado echarlas a mares.
_   Me he acostado con Anthony y con otros comandantes; son los que nos califican y créeme, no es fácil ascender en mi carrera. Ya no necesito hacerlo; soy jefa de cabina y aprecian mi trabajo. Por otra parte tienen carne más fresca y dócil. Anthony, Nula y yo somos muy amigos. En cuanto al pelele ese; se nos pegó, muy a nuestro pesar y nos daba el turre. No sé lo que ha visto Judith. Se lo que ha pasado. Pero tú has dudado.
Dormimos abrazados las pocas horas que nos quedaban.
_   La próxima semana nos veremos en Bilbao. He conseguido que me asignen ese  vuelo y dispondremos de una hora.
Después nos veríamos en París, donde nos instalaríamos desde que lograra un trabajo que me permitiera alquilar un apartamento decente.No vino a Bilbao y tampoco a París. Lloraba la última vez que hablamos por teléfono.
_   No me llames más. Tengo miedo.
Recordé el calvario de su amiga Maggi , torturada por los celos de su marido español. Reconocí que Judith había logrado avivar los míos. Mi estancia en Dublín no debería haber terminado tan precipitadamente… No he vuelto a ver o sabido algo de Joan. He sufrido durante largos años de su ausencia.

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