viernes, 26 de diciembre de 2014

Nochebuena

Mis noches, normalmente, empiezan a las nueve de la noche, con el Telediario. Lo veo, saco a Julen y la basura y mientras cenamos, veo El intermedio y después una peli, normalmente en la 2. Nada fue normal la noche del 24; cuando encendí la tele estaba terminando el discurso del rey. No me enteré de nada, pero el gesto, la escena y las palabras que escuché, me proyectaron mi soledad.
Saqué a Julen y la basura. La última intención no resultó, esa noche no había recogida. No encontré programas a mi gusto y no me apetecía prepárame una cena. Una lástima, un pescador amigo me había traído una centolla. Un detalle muy bonito, pero no me encontraba con ganas de prepararla, sobre todo cuando tengo una remota idea de cómo hacerlo. Julen cenó los restos de la paella de mediodía y yo me apañé como acostunbro.
Me costó mucho más que otras veces esperar a las once, no pillé nada que pudiera ayudarme en la tele, pero me reconfortó el “advientu”, mes de diciembre en Asturias; tengo muchas esperanzas en mi reencuentro con Las Palmas. Me dormí con la decisión de leer el discurso y de escribir un artículo. Ha sido publicado hoy:


Hacía unos días que no había sido capaz de escribir nada. Lo he hecho y hoy he escrito esta entrada. No me he dejado caer, pese al discurso y a la ausencia del discurso. 

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