Soy un niño perdido, que aún no se ha hallado,
en el “templo”. He oído más veces de las que me hubiera gustado aquello de “a
mí no me cambia nadie” como para tener muy claro que no quiero ser mayor;
porque los mayores lo tienen muy claro y yo no sé aun lo que es un templo o por
qué estoy perdido en el mismo.
Claro que tengo que empezar por ahí y por mi
compromiso en encontrar cada día un avance, por ínfimo que éste sea. Hoy lo he
notado más, en una conversación con mi anfitriona, ella proclama con orgullo
que a ella no habrá ya quien la cambie, por el simple hecho de que ella no quiere cambiar. Yo, no
solamente quiero cambiar, sino que es una urgencia, tengo que encontrarme y esa
es la razón de mi existencia, ¿para qué vivir si ya lo sabemos todo?
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