Martirio
No me deja vivir. Es como si el Antonio manso y hasta,
a veces, tierno, que llevo tantos años tratando, se hubiera vuelto un rabioso
león “enjaulao” que me asusta cada vez más, a medida que pasan los segundos, y
compartimos la jaula.
-Esa zorra de jueza…
-Edurne
¿Para qué habré abierto la boca? He escapado de
milagro a la bofetada. ¡Nunca me había puesto la mano encima! Llora como un
poseso. Bien sabe él que no tengo yo la culpa de este encierro o de conocer el
nombre de la jueza que me convoca cada vez que se aburre, no debe divertirse
mucho la zorra esa… Tras la tempestad viene la calma. Bien lo decía mi madre que
en gloria esté, aunque consintiera que su amante me follara. ¿Qué podía hacer
ella? Era un bestia. Nada, hasta ahora, me hubiera permitido pensar que Antonio pudiera ser como él, pero el
comportamiento que ha tenido en las últimas horas, ya ni sé cuántas, me ha
hecho vivir aquellos horrores. Nunca me había forzado, y lo ha hecho, con tanta
furia como lo hacía él. Después, como el otro, me ha castigado con el desprecio.
Desde entonces no había tenido orgasmos, pero el que me ha dado Antonio
compensa la espera.
Llora como un niño mal criado. A mí no me dejaban llorar.
Siempre me lo he tenido que tragar y callar, incluso cuando me casaron con
Pedro, ante los síntomas del embarazo.
Cuando veo al Antonio en los brazos dulces de Morfeo no puedo imaginar a los personajes que me ha traído a la mente esa
parte de mi pasado. No había cumplido los quince años cuando tuve a Luci, la
primera de mis ocho hijos. Estaba casada con un alcohólico que en pocos meses
se había gastado la pasta que le dio mi madre por lavar el honor de la familia…
Antonio me habría hecho olvidar todo aquello si mis
hijos y mis hermanas no me hicieran recordarlo con sus denuncias constantes.
Luci me odia por haber sido tratada siempre de hija de puta. Carecen de esta
razón los que fueron engendrados en lecho bendecido por el sacramento del
matrimonio. Es un hecho que todos sufrimos de los excesos de un borracho y de
la miseria que nos castigaba. ¿Qué culpa tengo yo?
Estoy llorando como una tonta, no me había pasado
desde que se me prohibió, en la tierna infancia. No me atrevo a encender la
tele por miedo a despertar las iras de Antonio. Se ha quedado tirado en el
suelo y no le oigo respirar. ¿Se me habrá muerto?
No me atrevo a moverme para comprobarlo y las horas
pasan lentas, tan lentas que ya me parece una eternidad, ¿Qué estará pasando?
¿Se habrán olvidado de nosotros? Esa puta jueza es un demonio y la tiene tomada
con mi persona. ¡Ya está bien! Nunca me deja hablar, pese a que me acusan de insensateces. Dicen que cuando el
río suena, agua lleva, y ya está…
Ahora tendrán que pensárselo mejor antes de acusarme.
¿No dijeron que había rayado el coche del cerdo ese que se ha buscado mi
hermana, y que meaba en la entrada de su portal? Pues lo hice bien a gusto,
dejé el coche como un cuadro y además de mear eché una gran cagada en su
puerta; así aprenderán a cargarme con picias que no he cometido. Eso sí, nunca
podrán demostrar que he sido yo. Buen cuidado tomé para que no me viera nadie…
Éste parece que se despierta. No estaba muerto, no.
Sigue tumbado en el suelo, mira al techo como si se le hubiera aparecido allí
la Santísima Virgen. Mejor, así está tranquilo. La verdad es que antes me ha
pegado un buen susto.
Pero he gozado como entonces. Pensaba que no volvería
a tener orgasmos, pero vaya si lo he tenido. Mi difunta madre decía que los
hombres buenos no sirven como amantes. ¡Qué razón tenía! Antonio parece estar
avergonzado, no habla y solamente mira al techo.
Estoy completamente desnuda y caigo en una especie de
pozo profundamente oscuro. No tengo dónde agarrarme y estoy acojonada, pero me
dejo caer ¿Qué remedio? Siento frío, mucho frío, escucho gritos y me
despierta el viento y más gritos.
Ignoro el tiempo que ha pasado. La ventana está
abierta de par en par y no veo rastros de Antonio. ¿Se habrá tirado? Me asomo y
le veo tirado en el suelo, allí abajo. Mucho no se ha podido hacer, esta es la
primera planta y ha caído envuelto en mi colchón.
Se arma un buen revuelo, sobre todo por las pitadas de
los coches que han visto interrumpida su circulación. Antonio se levanta,
cojea, pero eso no le impide salir corriendo como una exhalación, sin ocuparse
de retirar el colchón. Los coches siguen pitando. Alguien grita:
-¡Otra vez la puta de la Martirio! ¡Quítanos esta
mierda de en medio! ¡Qué asco!
-No puedo-Respondo sin convicción-Estoy en arresto
domiciliario…
-¡Nunca debimos dejar que se instalara aquí! ¡Que se
la lleven al infierno de donde ha salido!
Oigo pero no escucho. Siempre la misma canción. Como
bueno que ya llega la policía y podré recuperar mi colchón. Para ellos es una
asquerosidad, para mí, es lo que tengo. Claro que esté asqueroso, pero es lo
que encontré en el único piso que podía alquilarme.
Mi prioridad no es la misma que la de los señores
agentes.
-Adecéntate un poco, tenemos que llevarte…
-¿A dónde?
-¿A dónde te solemos llevar, monada?
-¿Qué he hecho esta vez?
-Hay una denuncia por escándalo público. ¡Mírate al
espejo!
No lo tengo. A veces me miro en el de las peluqueras
que, cuando no tienen trabajo, me invitan a entrar y me ponen muy guapa. De
sobra sé que soy fea. Mi madre no quería siquiera mirarme cuando me parió.
.¡No tenemos todo el día!-Me empujan como si fuera una
colilla ¡Qué poco soy!-
-Yo no he hecho nada…
-Nunca haces nada, pero siempre la lías. Mira el
escándalo que estás montando…
-Dejadme recoger mi colchón ¡Es mío!
-¿De quién podía ser esa guarrada? Claro que lo tienes
que retirar tú, rica, estás entorpeciendo la circulación.
Me arrastran escaleras abajo y me dejan recoger lo mío
¿Para qué? Ya está todo destrozado. Me pongo a llorar como una tonta mientras
ellos me obligan a recoger los despojos. Felizmente Ramona me baja bolsas de
basura grande y me ayuda, sin hacer ascos. Ya lo está pagando con empujones y
desprecios y sabe que vendrá más.
Me llevan detenida y no tendré más remedio que
volverme a ver las caras con la Edurne esa de los demonios ¿Por qué no se irá a
su tierra de una puta vez?
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