lunes, 21 de agosto de 2017

Nuestra cita

En el primer capítulo verás la génesis del “Discurso de la arroganacia” que nos está causando tanto dolor. Aquí tienes dónde lo puedes comparar: http://carlosortizdezarate.es/2017/06/03/donde-comprar-mis-libros/
Hacía ya dos años que trabajaba, en negro, para Ronald Reagan.
Enero de 1962 se presentaba muy feo. Todos, incluido, sin
duda, el afectado, veíamos claro que Bob Kennedy lograría su expulsión
de General Electric Theatre. Estaba cantado; nunca he comprendido
que el interesado viviera la confirmación con tal
victimismo. Por supuesto, me tocó el marrón.
Lo intuía y deseaba que ocurriera, pero también lo temía, por
sentirme incapaz de comprender las lamentaciones. En efecto, era
vox-populi que La General Electric debía informarle de su pesar en
prescindir de sus servicios, puesto que el Fiscal General había amenazado
con no contratar con la empresa hasta que ésta no rompiera
su contrato con mi jefe. El último lloraba como un ángel humillado
o como un chiquillo abandonado. Me pareció tan sólo que me evocó
la soledad de un perro que no tiene, siquiera, pulgas. Sentí mucha
pena y acepté que me invitara a un trago. Tenía 18 años y ambicionaba
entrar en el Actors Studio.
No es que el dolor me sea indiferente, pero me decepcionó, pese
a que ya conocía muy bien al poderoso presidente del sindicato de actores (SAG), aunque no lo había visto sino un par de veces y escoltado
por un nutrido grupo. No pienso que él se fijara, siquiera,
en mí, pese a que nuestro interlocutor, Tom, no cesaba de afirmar
que algún día conseguiría un papel para el que estuviera preparado.
Confieso que cada minuto que pasaba me hacía menos ilusiones.
Afortunadamente, yo tenía un parecido con Ronald Reagan, especialmente
con su personaje en la película “Cowboy from Brooklyn”
y quizá ésta fuera la razón de que se me pidiera que estuviera por
allí, en aquel preciso momento y de que él me invitara a una copa.
Mis dos años de trabajo de negro me habían puesto al corriente
sobre el origen de los lamentos que se desmesuraban copa tras copa.
No admitía la victoria de Bob Kennedy, según él, “ese bastardo engreído
y hasta influido por los comunistas”.
Pese a mi escaso rango y edad, estaba al corriente de la magnitud
de la humillación. Mi cliente perdía un contrato millonario, que incluía
la coordinación de la serie de TV con mayor audiencia, conferencias
por todo USA y papeles que podía mimar. Una pasta y una
influencia que superan mis sueños. Pero había ignorado que no se
puede atacar sobre varios frentes y dejar flancos vulnerables. Así al
denunciar uno de los éxitos que se atribuía la presidencia, el proyecto
TVA, que afectaba a la seguridad y a la supervivencia de los habitantes
de Tenesse Valey, atraía las iras de su partido, que apoyaba al
presidente. No debiera así sorprenderse cuando era imputado en un
grave delito contra la competencia, al reunir en sus manos el poder
del SAG y de MCA, una productora.
Nunca había visto a alguien tan borracho, baboso y pesado. Recitaba,
cansinamente, una letanía que básicamente maldecía a unos
necios que no sabían llevar América a su grandeza y que traicionaban
los proyectos de los padres fundadores; cantinelas que he escuchado
con sus respectivos juegos de enganche a la cotidianidad de las audiencias
de turno, un incalculable número de veces.
Perdí consciencia de las horas que pasé escuchando su admiración
por el General de Gaulle que desertó cuando Francia se rindió a Alemania y que llevaba el timón de un Estado que ha formado
parte de los vencedores, desde el principio de la post-guerra. Bueno,
lo que importa no es el tiempo, sino los resultados. Creo que los obtuve
cuando logré convencerlo de que había dejado, en la audiencia,
un terreno abonado que producía ya sus frutos, porque, el Gran Jurado
no había convocado a Reagan como imputado, sino como testigo,
en el caso de grave delito contra la competencia imputado a
CMA.
No me sorprendió que vinieran a buscarme a las 8 de la mañana
siguiente, porque el jefe quería verme inmediatamente. Intuía que
lo harían, pero no sabía muy bien lo que esperaba de la entrevista.
Ronald Reagan no tenía nada que ver con el personaje de la víspera.
Ahora resplandecía como un nuevo Ave Phoenix. Me invitó con un
gesto autoritario cargado de complicidad, a ocupar el sillón colocado
frente al suyo y se dirigió a mí como si de mi padre se tratara:
- Jovencito, debes saber que entrarás por la puerta grande en el
Actors Studio. No estás preparado aún. ¿Crees que no te he visto
hasta ayer? Te equivocas; yo dirijo mi equipo y escojo a mis colaboradores.
Sé de tu lucha, considero que tienes “madera” y me haces
sentir mis batallas; por eso quiero que lo hagas bien.
No mencionó el parecido. No era necesario; de vez en cuando,
nuestras miradas se cruzaban y nos decíamos casi todo
- He leído siempre tus informes con gran atención.-Tomó la carpeta
de mis mensajes y encadenó- Al día siguiente de mi crítica al
proyecto TVA deduces que ésta no pasará inadvertida porque ha
hecho mella en la audiencia
Su mirada exigía una explicación y sabía que no podía defraudar.
- Como usted sabe, me pagan por asistir a sus conferencias, por
observar las reacciones de la audiencia y redactar un informe sobre
las mismas. He aprendido cosas en mis años de servicio, como observar
las expresiones de rostros de personas que considero influyentes.
Se produjo un silencio muy incómodo para mí; el jefe pensaba y
me daba la impresión de que quería hacerlo sólo. Temía no haberme
explicado con la suficiente claridad. La inquietud duró hasta que mi
anfitrión preguntó fríamente:
- ¿Cuánto tiempo llevas haciendo eso?
-No recuerdo muy bien… Necesitaba apoyarme en algo y empecé
probando cosas. Al principio pasaba la mayor parte del tiempo
escuchando su discurso, las toses, los cuchicheos, los aplausos. A
medida que me sentía más familiarizado con estos detalles, empecé
a liberar recursos para fijarme en otros detalles, que me aportaban
informaciones más valiosas…
Me interrumpió con la fuerza de un relámpago.
- Has crecido mucho más rápidamente de lo que imaginaba.
Cuando te vi, a la cola de los que esperabais para el casting…
Me había presentado a tantos que resultaba difícil adivinar cuál
era. Recuerdo muy bien aquél en que me dijeron que no tenía el
papel, pero que me podían ofrecer un trabajo: informar sobre la recepción
de las innumerables conferencias que daba Ronald Reagan
en las sucursales de la General Electric. Me consideraba muy bien
pagado: 5 dólares la hora o fracción, que incluye los desplazamientos
y los gastos derivados de los mismos. El trabajo era en negro y se
me pagaba cuando entregaba mis informes a Tom, el intermediario.
Reagan no había parado de hablar mientras yo pensaba y como si
siguiera mi pensamiento, me dijo:
- De todo se aprende, jovencito. El actor no se hace en las academias.
¿Te gustaría representar mi papel, el de Ronald Reagan?
- Lo imagino en cada una de sus conferencias.
- ¿Cuántas veces has visto Cowboy from Brooklyn?
Me puse como una amapola ¿Cómo podía saberlo? Iba a verla
cada vez que me enteraba que la ponían en algún cine. De nuevo
me sacó de dudas.
- A veces hemos coincidido. He decidido aumentar tus tarifas.
La cifra dependerá de tu propuesta. Sé que tienes una.
Siquiera me pregunté cómo lo sabía. Hacía ya unos meses que
trataba de explicar a Tom que yo, además de escrutar la recepción
de la audiencia, podía actuar sobre la misma. Supuse que lo que me
pedía era una explicación.
- Si tuviera unos días antes de la conferencia detalles de los contenidos,
de los objetivos y de los potenciales asistentes, podría jugar
un papel más activo.
- El personaje soy yo, querido niño, yo sé lo que quiero que escuchen.
Me había dejado sin respuesta; pero mi tozudez me salvó, me
sorprendí diciendo:
- En todos mis informes he aludido a la presencia de elementos
hostiles que resultaban cada vez más palpables, como si ya se encontraran
lo suficientemente fuertes para obrar con toda impunidad.
Anoche le aseguré que su denuncia del despilfarro del proyecto TVA
había tenido una excelente acogida y mi certeza provenía de dos razones:
así lo indicaban las emociones que reflejaban los rostros que
escruté y la ausencia de los hostiles. No intervino ninguno de ellos.
Estuvo a punto de ponerse a gritar y se retuvo varias veces. Me
sorprendió que se expresara con tanta calma y brevedad:
- ¿Cuál es tu conclusión?
- La expulsión es una respuesta a la conferencia.
- ¿Cómo la sabes?
- Si no hubiera sido así, ellos habrían actuado.
- ¿Por qué?
- Como lo hacen para que la audiencia no escuche los mensajes
que no desean que se escuchen.
¿Cómo?
- Muy fácil. Una simple pregunta puede ser una bomba. Además,
estos señores tienen la posibilidad de inundar la actualidad de informaciones
que no dejen ver las que usted aporta.
- Mi interlocutor guardó silencio unos minutos. Me sentía muy
tranquilo, porque veía signos de que admitía mi planteamiento, que-
ría que yo continuara y no alcanzaba a ver cómo podía pedírmelo.
Así, me di por aludido:
-No he traído mis notas, pero procuraré ofrecerle algunos ejemplos
de respuestas muy hábiles, por su parte, a los intrigantes. Pone
a Dios por testigo de su cristiana solidaridad cuando se le pregunta
qué pasará con las víctimas de sus políticas y recuerda que sus padres
eran pobres, pero nunca se negaron a compartir su mesa y hogar
con otros más pobres, especialmente con unos negros víctimas del
racismo
Me pareció ver deslizarse una lágrima y guardaba ya silencio
cuando me ordenó hacerlo. En cuanto me pareció más tranquilizado
continué:
- Deja usted que sus víctimas formulen más preguntas, pero ya
ha introducido escenarios más impactantes que los de aquéllos; entonces,
como si se tratara de un torero, clava la espada, cuando les
dice: “caballeros yo soy un self-made man.
Por una parte veía ira en su cara, pero, por otra, una ardiente invitación
a que continuara. Pese a mis dudas, opté por encadenar.
- Usted sabe cómo dejar bien claro que los trabajadores necesitan
trabajo y no limosnas; que si se invierte el dinero destinado a éstas
en negocio, habrá más y más trabajo y que USA recuperará su grandeza.
Me pareció que debía continuar y rematar, porque había abierto
su “caja de Pandora”:
- No sirve de nada que le reprochen la frecuencia de su recurso
a estas imágenes. Lo que molesta es su fuerza: su audiencia y su capacidad
de hacerse amar por la misma.
Se puso tan serio como si se dispusiera a celebrar la Santa Misa
y me dijo, con voz de profeta:
- Jovencito; puesto que ese es tu deseo, entrarás en el Actors Studio
por la puerta grande. Se te subirá la tarifa a 50. No tendrás que
salir de New-York city, tu interlocutor continuará siendo Tom. Él te
dará instrucciones mañana mismo.
Creí entender que la entrevista había concluido. Esperaba una indicación.
Había algo que parecía faltar, porque mi anfitrión me hacía
sentir incómodo. Era un silencio pesado que me inspiraba temor y
esperanza.
-¿Cómo puedes estar tan seguro?
No hizo falta que formulara su pregunta. Felizmente, había adivinado
ya lo que quería saber y lo que yo mismo quería decirle.
- Trabajo las enseñanzas de Israel Lee Strasberg quizá más que
los afortunados que han logrado entrar en el Actors Studio. Leo, me
informo, hago lo que puedo. Sus conferencias son mi trabajo de
campo. Usted y su audiencia son personajes en cuyos cerebros y entrañas
tengo que entrar. He construido andamiajes que me facilitan
la labor. Rasgos, secuencia...
Me quedé trabado ante las muestras de aburrimiento del destinatario
y temí haberlo ofendido por contarle obviedades, pero sabía
que tenía que continuar.
- Bueno, hago una clasificación que me permita identificar gestos
y situaciones, que, cuando llego a mi habitación escribo en fichas y
clasifico. Mis ejercicios de representación están evaluados por mí
mismo. He tenido que proceder a imponerme varemos y criterios.
No quiero cansarle, pero creo que tengo argumentos sólidos.
Ignoro si comprendió o no lo que trataba de explicarle. Tenía
una sonrisa de ingenua incredulidad y dijo con voz esperanzada:
-¿Qué nota te das?
-Cómo dice usted, aún no estoy maduro para entrar por la puerta
grande, ¿Un 70% de mis posibilidades?-Omití añadir que consideraba
que Brando andaría por 65% en mi escala-Trabajo muy duro
Intuía que no debía insistir sobre el método Stanislavski y aún
menos sobre la adaptación del mismo por Strasberg. Conocía ya a
Reagan tanto como puede esperarse de alguien que lleva dos años
escrutando sus tripas, sus gestos, sus pasiones y sus textos, tanto a
través de él como de sus audiencias. No me sorprendió que comentara:
- Te estoy dando mucho más de lo que yo tuve a tu edad y sé que
sabrás aprovecharlo ¿Por qué estás tan emperrado con el Actors Studio?
¿Crees acaso que es la única puerta para un actor?
- Para mí, sí, aunque reconozco que grandes estrellas como usted
no lo han necesitado. Por otra parte, debe usted reconocer que los
resultados de la aplicación del método están siendo de gran utilidad
para mi trabajo.
- Por eso te pago y te mantengo al margen.
Me volví a equivocar pese a mi certeza en conocerlo. Daba la entrevista
por concluida, pero mi anfitrión no parecía aún estar satisfecho
y soltó con la lentitud del que considera que todas las
precauciones son pocas:
- Supongo que también practicas con los medios. ¿Qué opinas
de la imagen de Bobby Kennedy?
No me fue difícil responder porque el aludido era uno de mis
personajes preferidos.
- El Fiscal General tiene que andarse con pies de plomo. No pararán
de reprocharle su inexperiencia y, sobre todo, su juventud
Sabía perfectamente que no debía aludir a su ideología, pero sí
mencionar el altercado del bar que protagonizó cuando cumplió los
21
Tomé actitud solemne y añadí
- El presidente sabe por qué su joven hermano tiene que mirar a
otra parte, como ha ocurrido recientemente en las graves imputaciones
del FBI contra Frank Sinatra.
Ahora sí que mi interlocutor daba por terminada la entrevista.
Yo me quedaba con hambre, con mucha hambre, pero sabía que en
aquel momento no tendría posibilidad de saciarla.
Gracias a l@s 171 que visitasteis ayer: http://carlos-ortizdezarate.blogspot.com.es/
Gracias a Iris por amenizar nuestra visita a: http://carlos-ortizdezarate.blogspot.com.es/
Gracias a l@s 4265 que habéis descargado: https://freeditorial.com/es/books/catarsis
Puesto 8 hasta que  impliquemos  Alicante. Ayuda, porfa.

Gracias a l@s autor@s de las 4898 impresiones de mis tuitis en las últimas 24 horas.

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