miércoles, 4 de octubre de 2017

Nuestra cita cotidiana

La Conjura de los Iguales


La viuda de Babeuf

París 24 de diciembre  de 1817
He podido visitar, al fin, a mi hijo Emilio, arrestado en el  Mont-Saint- Michel. Ya puedo descansar tranquila; tras la conversación que tuvimos sé que saldrá pronto, pese  a que había desatado las iras de Luis XVIII por la publicación del único número que apareció del periódico satírico Nain tricolore.
Fue una locura que no pude impedir. No dejo de comprender las razones de un joven de la treintena que se había forjado con su padre y conmigo, en la lucha por la libertad de prensa y por el poder ciudadano.
 Mi amado esposo  fue ejecutado el 27 de mayo de 1797, sin haber cumplido los 37 años. ¿Por qué? Por la Conjura de los Iguales, que pretendía oponerse a la deriva del Directorio, que desembocó en el I Imperio. Toda una vida luchando por una sociedad justa, primero contra los abusos de la nobleza, después contra los de la Revolución y al fin, carne de cañón.
Éramos un equipo. Emilio y yo continuamos luchando tras la pérdida de nuestro ser más querido, para conservar la visibilicen de su obra. Nunca he perdido mi confianza en la misma, pero Babeuf no hubiera querido enviarnos al martirio. Tenemos que preservarnos para defender la causa.
La restauración borbónica es un paso en falso, uno más. No doy larga vida a un régimen que nos ha sido impuesto por las potencias extranjeras. La cuestión es seguir nuestra lucha y prepararnos para el momento oportuno.
Emilio no entendía eso. Desenmascarar a un monarca que pretende conservar las esencias de la bandera tricolor, que tanto dolor y sangre nos ha costado, es un acto heroico, pero inútil, puesto que solamente salió el primer número del periódico y no creo que la visión del enano aplastado por el símbolo de la revolución haya llegado más allá de una audiencia que hemos conquistado  durante años con tanto esfuerzo.
Mis razonamientos fueron  inútiles. Mi hijo tiene sus propios criterios. Insisto, los comprendo.
Ha tenido, sin embargo, la sensatez de amoldarse a la condena. Las buenas referencias de sus guardianes calmarán las iras de un soberano que se siente insultado. Así me lo han hecho saber, tanto mi hijo como nuestros amigos que tienen influencias. Un buen augurio es el hecho que se me ha permitido la visita.

Ahora ya puedo ocuparme de escribir mi vida. No busco protagonismo, no. Era iletrada cuando conocí a Babeuf. Él me enseñó todo lo que sé y el amor no ha sido la única razón de que abrazara su causa; ésta era, asimismo, la mía.

1 comentario:

  1. Gracias Carlos me alegraste la mañana con tu cita,me ha gustado.
    Escribe Iris

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