miércoles, 17 de enero de 2018

Nuestra cita cotidiana

Lolita Pluma
Bar Río, Parque de Santa Catalina, Las Palmas de Gran Canaria. El mismo día, 15: 30.

Angelita no aguanta el acoso de Lolita Pluma, la diva de la postmodernidad.
Es una vieja que viste túnicas y se cubre de peines y peinetas. Va de mesa en mesa,  cargada de flores de papel, abalorios  y comida para sus gatos; todos los de los alrededores. Proclama regalar sonrisas, claro que con su estrafalario maquillaje…
Hay rechazo entre las dos mujeres y la diosa pellizca, mientras sonríe para la galería. Hasta los gatos intentan arañar los muslos de la enemiga de la banda.
–– ¡Ya está bien!
Es una Angelita que quiere evitar el sollozo y la desesperación. Dispone de una semana para mostrar un contrato de trabajo con salario suficiente para mantener a su hija menor. Y  quiere recuperarla. Tiene tres añitos la criatura.
Llegan Ensio y Juan. El primero se ha arreglado, pese a que ya estaba impecable en el trabajo. Ahora saca más pluma. Lolita se siente provocada.
––Ahora llegan los “finolis”: una puta barata, una maricona más fina que te cagas. ¿Qué haces tú con esta gentuza?
Se dirige a un Juan  que no encaja.
­Una cita
Balbucea. No sabe y tiene que contestar. Conocía la reputación del Rio. No se esperaba esto.
–– ¡Los chaperos allí!
Lolita no es mala gente y tiene “predicamento” y decorado. Abre sus alas; desmesuradas mangas, hoy azules, para mostrar los váteres públicos masculinos que están enfrente.
Las miradas encuentran a un conocido político en faena y este es de los que recibe cariño de la diva. Los de la cita se libran.
––Tengo que irme ya, mi esposa me espera para almorzar. Necesito saber qué es eso de busca, rebeldía…
Juan se arrepiente de haber aceptado la invitación de Ensio. Pero…tiene miedo de las consecuencias que pudiera tener su perjurio. Se nota.
––Hace ya muchos años de eso. Si no me han pillado ya no lo harán. Lo sé de buena tinta…
Juan interrumpe a la fugitiva.
–– ¿Causa de  la orden?
––Abandono del hogar conyugal. Mis hijos tenían hambre y no había con qué saciarla. Los dejé a cargo de mi madre, encontré trabajo como interna en una familia acomodada y di de comer a todos. Solamente libraba los domingos por la tarde, no me daba tiempo de ir a mi pueblo. Mi marido me denunció y
­ ¿No estaba contento?
––Prohibí a mi madre darle nada para sus vicios.
Las respuestas disipaban el malestar. El que se iba a ir se sentó.
–– ¿Una birra?
––tropical
––Yo prefiero una dorada.
No es de extrañar que Ensio cayera mal a Lolita; toma la cerveza de los “chicharreros”. En Gran Canaria se bebe  la tropical. Hay pugna entre las islas “mayores”. Los que acaban de llegar lo ignoran y también que los ánimos están caldeados por los conflictos universitarios.
–– ¿Por qué piensa que han dejado de buscarla?
Juan  tiene prisa, pero la “dama” ha despertado su interés.
––Tengo una amiga que está liada con un policía.
Respuesta aparentemente poco satisfactoria, pero clara para el grupo. En el Archipiélago hay miles de personas “en busca y captura”. El océano es muy grande…, al “testigo” le queda una duda. La interrogada lo capta al vuelo…
––Era muy fácil encontrarme en la casa donde servía. Así pasó y fui detenida. Ahora sería difícil imaginar que alguien se horrorizara ante semejante delito “abandono de hogar conyugal”, especialmente cuando los señores se encargaban de enviar el sueldo a mi madre; así me salía gratis. El arresto me salió muy caro. Fui despedida por la lógica de que no podían acoger delincuentes bajo  su techo. Yo dormía en el desván… bueno…
–– ¿Por qué sigue en busca y captura si fue detenida?
––Me soltaron porque juré enmendarme
––Y se vino a Las Palmas… ¿Por qué?
–– ¿Me quedaba algo más que el puterío?
––Bueno….
Las miradas de sus acompañantes enmudecen a Juan. La implicada deja claro que sabe tratar a sus clientes.
­Te fichan. Pedían certificado de penales para cualquier cosa y en cualquier caso, estás marcada. Busqué, como ahora, cualquier tipo de trabajo y mis hijos pasaron hambre hasta que me hice puta.
Parece que ya todo está claro, pero queda una pregunta.
–– ¿Por qué Canarias?
––Un juez cliente me dijo…
––…El océano es inmenso
Saltan, al unísono sus compañeros de mesa. Se arrepienten ante la contundencia de la respuesta.
––También tenía una amiga que se había venido, y flipaba. Aquí no soy una mujer marcada, hay trabajo seguro, siempre quedan las plataneras de La Palma… La cuestión era reunir pasta para el pasaje, me costó unos meses…
Vuelve a ser interrumpida por el marido que tiene prisa para almorzar con su señora:
–– ¿Por qué le pusieron otra orden de busca y captura?
––Porque los primeros meses de Las Palmas no pude enviar dinero. Esta vez mi madre también era denunciante.

Juan se queda con la miel en los labios pero está felizmente casado- 

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